Juegos en la mesa: convertir la comida en una experiencia divertida

Comer puede ser un momento lleno de desafíos para muchas familias, especialmente cuando un niño presenta selectividad alimentaria.

A veces, la hora de comer se asocia con tensión, comparaciones o luchas constantes. Pero hay una herramienta sencilla, accesible y poderosa para transformar ese momento: el juego.

El juego no es solo una distracción: es una estrategia terapéutica y educativa. A través del juego, los niños se sienten más libres para explorar, tocar, oler y probar alimentos nuevos sin presión.

Además, refuerza el vínculo con los adultos y genera recuerdos positivos alrededor de la comida.

Por qué el juego transforma la experiencia de comer

Cuando un niño se divierte, el cerebro libera dopamina, una sustancia que favorece la curiosidad y el aprendizaje. Esa sensación placentera reduce el rechazo natural ante lo desconocido.

Así, probar una nueva textura deja de ser una amenaza y pasa a ser un descubrimiento.

Para los niños con sensibilidad sensorial o ansiedad alimentaria, el juego actúa como una puerta gradual hacia la aceptación. Manipular un alimento sin la exigencia de comerlo puede ser el primer paso hacia la confianza.

Además, los juegos ayudan a:

  • Romper la rutina rígida de la comida.
  • Estimular los sentidos de forma controlada.
  • Reforzar la comunicación y la paciencia familiar.
  • Dar protagonismo al niño en su propio proceso de avance.

Cómo elegir el tipo de juego adecuado

El objetivo no es distraer al niño, sino crear experiencias sensoriales y emocionales positivas. Antes de implementar juegos, conviene observar:

  • Edad y etapa de desarrollo. Un niño pequeño puede preferir juegos de construcción o colores; uno mayor, desafíos y ruletas.
  • Nivel de ansiedad. Si el rechazo es fuerte, empezar solo con manipulación o exploración visual.
  • Tiempo disponible. Los juegos deben integrarse en la comida, no sustituirla ni extenderla en exceso.

Los juegos deben ser simples, repetibles y previsibles, de modo que el niño sienta control y no se frustre si algo sale diferente.

Ideas prácticas para aplicar en casa

Aquí tienes una lista ampliada de juegos sencillos que pueden adaptarse a diferentes edades y situaciones familiares.

1. El semáforo de colores

Coloca tres grupos de alimentos según su color: verde, amarillo y rojo. El niño puede clasificarlos, tocarlos y elegir uno de cada color para probar. Este ejercicio estimula la curiosidad visual y enseña sobre variedad alimentaria.

2. Adivina el sabor

Cubre los ojos del niño con una venda suave y ofrécele pedacitos pequeños de alimentos seguros. Puede oler, tocar o probar para adivinar qué es. Esta dinámica refuerza la atención sensorial y la confianza.

3. Construcción comestible

Con bastones de zanahoria, cubos de queso o frutas, el niño puede construir torres, casas o figuras. Luego se invita a probar “las piezas rotas”. Jugar con la textura ayuda a perder el miedo al contacto con el alimento.

4. La ruleta de los alimentos

Dibuja una ruleta de cartón o imprímela con dibujos de alimentos. Gírala y, según el resultado, el niño debe oler, tocar o dar un mordisco. Puedes encontrar plantillas gratuitas en sitios como Canva o Pinterest, buscando “ruleta de alimentos para niños”.

5. El juego de los puntos

Cada vez que el niño se atreve a probar algo nuevo, gana puntos. Cuando acumula cierta cantidad, puede elegir una actividad familiar: leer un cuento, elegir la música de la cena o ayudar a preparar el postre. No se trata de premiar con comida, sino de reconocer el esfuerzo y la valentía.

6. El desfile de los alimentos

Coloca en fila varios alimentos y deja que el niño los observe, huela o toque con un tenedor. Luego puede elegir a su “favorito” del desfile. Es ideal para introducir nuevos ingredientes sin presión.

7. El restaurante del chef

Invita al niño a jugar a ser cocinero o camarero. Puede preparar el plato, decorar la mesa o “servir” la comida a otros. Este rol activo genera curiosidad por lo que hay en el plato y promueve la independencia.

8. Las caritas comestibles

Propone hacer rostros o figuras con los alimentos: un puré que sea la cara, un tomate como nariz, fideos como cabello. El objetivo no es comer todo, sino disfrutar del contacto visual y táctil con los alimentos.

Cómo integrar a toda la familia

Cuando los hermanos o los padres participan, la presión disminuye. El niño se siente parte de un juego grupal y no “el centro del problema”. Puedes:

  • Hacer competencias amistosas (quién inventa la carita más divertida).
  • Adivinar juntos sabores con los ojos cerrados.
  • Hacer una “rueda de turnos”, donde cada uno propone un mini reto.

La clave es que nadie se burle ni fuerce al otro. Todos los avances deben celebrarse, incluso si solo se logró oler un alimento nuevo.

Cuándo evitar los juegos

El juego debe ser una herramienta de exploración, no de presión. Evitá implementarlo si el niño:

  • Está cansado o irritable.
  • Siente rechazo intenso ante la comida.
  • Percibe el juego como una obligación o competencia.

En esos casos, es mejor ofrecer contención emocional y esperar a otro momento.

Ejemplo real de transformación

Carla, madre de Benjamín (6 años), decidió probar el juego “Adivina el sabor”. Al principio, Benja solo aceptaba tocar las frutas con una cuchara. Dos semanas después, pidió probar una rodaja de durazno “solo para ver si adivinaba”. Fue su primer acercamiento voluntario a una fruta fresca en meses.

El juego no fue una magia inmediata, sino un proceso de confianza progresiva. Desde entonces, Carla integra mini dinámicas tres veces por semana, con resultados cada vez más visibles.

Recursos recomendados para inspirarte

Podés encontrar ideas visuales y materiales imprimibles gratuitos en:

Cómo empezar hoy mismo

No hace falta preparar todo un show para que el juego funcione. Empezá con un detalle: una servilleta colorida, una historia sobre el alimento o una ronda de adivinanzas en familia.
Con el tiempo, lo que hoy parece un simple juego puede convertirse en el punto de partida para que tu hijo descubra nuevos sabores con alegría y sin miedo.

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