Cuando el puré deja de ser suficiente
Durante los primeros años de vida, muchos niños encuentran en los purés un espacio de seguridad: son suaves, predecibles y fáciles de manejar.
Pero cuando llega el momento de dar el siguiente paso —introducir alimentos con trocitos, nuevas texturas y sensaciones más complejas— puede aparecer el miedo, la resistencia o el rechazo total.
Este cambio no es solo físico, sino también emocional y sensorial.
Para un niño con selectividad alimentaria, pasar de una textura uniforme a una con pedacitos o fibras puede sentirse como un salto al vacío.
Sin embargo, con paciencia, acompañamiento y creatividad, esta transición puede convertirse en una etapa de descubrimiento, no de estrés.
Entendiendo por qué cuesta tanto aceptar nuevas texturas
Antes de modificar la consistencia de las comidas, conviene comprender qué hay detrás del rechazo.
Muchos niños presentan una hipersensibilidad oral, lo que significa que las sensaciones táctiles en la boca —como la temperatura, el tamaño o la textura— se perciben de forma mucho más intensa.
Otros niños tienen una memoria negativa asociada a ciertas comidas, quizás por una arcada, un sabor inesperado o una sensación desagradable anterior.
Y algunos simplemente necesitan más tiempo para acostumbrarse a lo nuevo.
Por eso, en lugar de “obligar” a probar, lo ideal es ayudar a explorar. Que el niño toque, huela, observe y participe antes de llevarse algo a la boca.
Cada experiencia sensorial positiva es un paso adelante.
El papel del adulto: acompañar sin apurar
El adulto cumple un rol fundamental. Si el niño siente que “debe comer” o que su negativa genera frustración, el estrés aumentará y la selectividad también.
Acompanhar sin apurar implica tres principios básicos:
- Ofrecer sin presión. Colocar el nuevo alimento en el plato, sin insistir ni negociar.
- Modelar con ejemplo. Comer juntos, mostrando disfrute, pero sin convertir la mesa en un examen.
- Validar el ritmo propio. Cada niño tiene su velocidad, y respetarla fortalece la confianza.
El mensaje debe ser siempre: “No tenés que comer todo, pero podés probar si querés”.
Cómo adaptar los purés paso a paso
El secreto no está en dejar los purés, sino en usarlos como base para crear una escala progresiva de texturas.
Etapa 1: Purés más densos
Aumentá la consistencia agregando menos líquido o incorporando cereales cocidos como arroz o avena. Esto entrena la masticación suave y prepara para los siguientes pasos.
Etapa 2: Purés con trocitos blandos
Agregá pequeñas piezas de verduras cocidas (como zanahoria o zapallo), lentejas o pollo desmenuzado. La clave es que el niño los detecte pero no se asuste: deben deshacerse fácilmente con la lengua.
Etapa 3: Purés mixtos
Combiná partes lisas y partes con textura. Por ejemplo, un puré de papa con trocitos de huevo duro o arroz integral. También podés usar toppings suaves (queso rallado, pan rallado fino).
Etapa 4: Formatos nuevos
El formato influye tanto como el sabor. Convertir un puré en croquetas, muffins o panecillos tiernos puede generar curiosidad y sensación de logro.
Algunas ideas para esta etapa:
- Mini croquetas de puré y lentejas.
- Muffins de puré de zapallo y avena.
- Panecitos tiernos con puré de espinaca y queso.
Cada avance refuerza la idea de que la comida puede ser divertida, segura y rica.
Hacer del cambio un juego sensorial
Transformar el momento en un juego ayuda a quitar el foco del “comer” y lo pone en el “explorar”.
- Juego de detectives: adivinar qué ingrediente se esconde en el puré.
- Prueba de colores: elegir el puré del día según el color preferido.
- Juego de trocitos: contar cuántos pedacitos aparecen en cada cucharada.
También podés usar utensilios especiales: mini tenedores, cucharas de colores, platos con divisiones. Lo importante es que el momento mantenga un tono lúdico y predecible.
La importancia del entorno y la rutina
Las rutinas visuales son aliadas poderosas durante esta transición. Un pictograma que muestre los pasos de la comida —sentarse, oler, tocar, probar, guardar— brinda previsibilidad y reduce la ansiedad.
Ambiente ideal:
- Poca estimulación (sin pantallas ni distracciones).
- Luz cálida y sonido tranquilo.
- Un adulto presente, relajado y sin juicios.
Un entorno así invita al niño a participar sin sentirse observado.
Qué hacer cuando aparece el rechazo
El rechazo es parte del proceso. Si un día el niño escupe o rechaza algo, no significa que “retrocedió”, sino que está procesando la experiencia.
Podés decirle:
“No te gustó hoy, está bien. Podemos probarlo de otra forma otro día.”
Y efectivamente ofrecérselo después en otra textura, temperatura o presentación.
Lo importante es mantener la puerta abierta.
Si el niño se frustra, podés permitirle volver al puré más simple durante un tiempo. Esa pausa no borra el progreso; al contrario, mantiene el vínculo positivo con la comida.
Cómo reforzar la confianza
Cada avance, por pequeño que sea, merece ser celebrado.
Un registro visual ayuda: podés usar una cartilla con pictogramas de alimentos y pegar una estrellita cada vez que se prueba uno nuevo.
Este tipo de refuerzo visual genera motivación y orgullo.
Además, compartir los logros con otros adultos de referencia (docentes, terapeutas, abuelos) consolida la coherencia del proceso. El niño percibe que todos confían en él y eso alimenta su seguridad.
Cuándo pedir apoyo profesional
Si después de varias semanas no hay progreso o si el rechazo se vuelve muy fuerte (por ejemplo, con arcadas o llanto al ver ciertos alimentos), puede ser necesario pedir acompañamiento.
Un terapeuta ocupacional o fonoaudiólogo especializado en integración sensorial puede evaluar la sensibilidad oral, la fuerza de masticación y diseñar ejercicios específicos para cada caso.
El acompañamiento profesional no reemplaza el rol de la familia, sino que brinda estrategias concretas para hacer el proceso más amable.
Ideas de recetas de transición
- Puré rústico de papa y zanahoria con arroz integral.
Textura suave, con trozos pequeños que estimulan la masticación. - Albóndigas tiernas de pollo con puré de calabaza.
La suavidad del puré equilibra la nueva textura. - Muffins salados de puré de espinaca y avena.
Ideales para comer con las manos, fomentando autonomía. - Mini tortillas de puré y huevo.
Delgadas, fáciles de cortar y con textura intermedia.
Estas recetas funcionan como puente entre el puré y los sólidos, ayudando a fortalecer la confianza alimentaria del niño.
Recuerda: avanzar sin presión es avanzar mejor
El objetivo no es que el niño “coma de todo”, sino que viva la comida como una experiencia segura y agradable. Cada textura nueva que acepta, cada sabor que tolera, cada pequeño mordisco es una victoria emocional.
Acompañar sin presionar, ofrecer sin comparar y mantener la calma son las verdaderas claves del progreso.
Descargá recursos visuales para acompañar la transición alimentaria
Encontrá en nuestro sitio una guía imprimible con pictogramas y pasos para hacer la hora de comer más predecible y tranquila. Ideal para familias que están pasando de los purés a los alimentos con textura.
Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.
