Comer no es solo una necesidad fisiológica: es también una experiencia emocional y sensorial profunda.
Para muchos niños autistas, este momento está cargado de estímulos que pueden resultar abrumadores —texturas impredecibles, olores intensos, sonidos, cambios de temperatura o incluso la expectativa de los adultos—.
Por eso, antes de insistir en “que coma mejor”, el paso más importante es ayudar al niño a sentirse seguro y tranquilo en torno a la comida. La regulación emocional es la base de toda aceptación alimentaria.
Entender la ansiedad alimentaria desde la mirada sensorial
La ansiedad durante las comidas no se debe a “caprichos” ni a falta de límites. En la mayoría de los casos, tiene raíces sensoriales o emocionales muy concretas.
Algunos niños sienten que el contacto con ciertas texturas es insoportable; otros anticipan que la comida tendrá un sabor o temperatura desagradable; otros simplemente se desorganizan ante tantos estímulos simultáneos.
Reconocer que el rechazo puede ser una respuesta de defensa y no de desobediencia cambia completamente la dinámica familiar. El objetivo no es obligar, sino acompañar.
Primer paso: crear un entorno que calme
El ambiente físico influye más de lo que imaginamos. Un comedor lleno de ruido, olores fuertes o luces intensas puede ser un detonante de ansiedad.
Algunos ajustes simples que marcan una gran diferencia:
- 🕯️ Luz suave: las luces blancas frías pueden ser molestas; preferí luz cálida o natural.
- 🔇 Reducir ruidos: apagar la televisión, evitar conversaciones simultáneas o ruidos de cocina.
- 🪑 Postura cómoda: usar un asiento estable, con apoyo para los pies y la espalda.
- 🍽️ Presentación predecible: usar siempre los mismos platos o cubiertos ayuda a generar seguridad visual.
- 🌿 Aromas neutros: evitar perfumes o comidas con olores muy fuertes mientras el niño come.
Cuando el entorno transmite calma, el cuerpo se relaja y el niño puede concentrarse mejor en el acto de comer.
La rutina como herramienta de seguridad
Los niños autistas se benefician enormemente de la previsibilidad. Saber qué va a ocurrir reduce la carga de ansiedad.
Algunas ideas prácticas:
- Mantener horarios similares de comida cada día.
- Usar un calendario visual o pictogramas para anticipar “hora de almorzar” o “hora de merendar”.
- Permitir que el niño participe en alguna parte del proceso (poner la mesa, elegir el vaso, servir el agua).
Estos rituales simples transforman la comida en un evento estructurado y confiable, lo opuesto a una situación imprevisible.
Estrategias sensoriales antes de comer
Muchos terapeutas ocupacionales recomiendan realizar actividades de regulación sensorial previas a la comida, para preparar el cuerpo y disminuir la reactividad.
Ejemplos útiles:
- Ejercicios de presión profunda (abrazos firmes, enrollarse en una manta, masaje de manos).
- Balanceo suave en una pelota o silla.
- Respiraciones lentas o juegos que impliquen soplar (burbujas, velitas).
Estas rutinas ayudan a que el niño llegue a la mesa con un estado corporal más equilibrado. Si el cuerpo está tranquilo, la comida se percibe como menos amenazante.
Validar las emociones en lugar de corregirlas
Decir “no pasa nada” o “tenés que probar” invalida la emoción del niño. En cambio, podemos poner palabras que reconozcan su experiencia:
“Veo que ese olor te resulta fuerte.”
“Sé que ese color te parece raro, podemos mirarlo juntos.”
“Entiendo que no quieras probarlo ahora, está bien.”
Validar no significa ceder a todo, sino crear un espacio emocional donde el niño se sienta comprendido y no juzgado. Solo desde esa confianza se puede avanzar.
Dividir la exposición: el método del acercamiento gradual
En lugar de insistir con probar directamente, es más efectivo dividir el proceso de aceptación en pasos pequeños.
Por ejemplo:
- Mirar el alimento.
- Olerlo.
- Tocar con los dedos.
- Llevarlo a los labios.
- Probar una mínima cantidad.
Cada paso cuenta como progreso. Es preferible celebrar pequeños avances que forzar un gran salto que genere retroceso.
Reemplazar la presión por juego y curiosidad
Cuando el acto de comer se convierte en una “batalla”, el cerebro del niño asocia la comida con estrés.
Pero si transformamos ese momento en una experiencia lúdica, el aprendizaje fluye naturalmente.
Algunas ideas:
- Hacer “exploraciones de color”: clasificar los alimentos por tonos.
- Jugar a “descubrir olores” con los ojos cerrados.
- Hacer pequeñas “degustaciones” familiares, sin obligación de tragar.
- Cocinar juntos y tocar los ingredientes con las manos.
El juego reduce la tensión y activa la curiosidad, una emoción clave para el aprendizaje alimentario.
Cuidar también la regulación del adulto
La ansiedad de los padres se transmite fácilmente. Cuando un adulto se muestra tenso, apurado o frustrado, el niño lo percibe inmediatamente.
Antes de cada comida, podés tomarte unos segundos para respirar y regularte vos también. Recordá que acompañar no es controlar: tu calma será su guía.
Pequeños ajustes que ayudan mucho
- Servir porciones pequeñas: los platos llenos pueden asustar.
- Evitar mezclar demasiados colores o texturas nuevas a la vez.
- No retirar la comida de inmediato si el niño se aleja; permitirle volver.
- Usar un “plato de exploración” aparte, donde pueda tocar o mirar sin presión.
- Tener un objeto de regulación (pelota, manta o juguete sensorial) cerca durante la comida.
Estos detalles construyen una experiencia más amable y predecible.
El progreso no siempre es lineal
Algunos días parecerá que todo retrocede, y eso es completamente normal. La aceptación alimentaria es un proceso de avance y repliegue.
Lo importante es mantener la constancia y la empatía. Un rechazo no borra el trabajo previo: el cuerpo y el cerebro siguen aprendiendo, incluso en los días difíciles.
Cerrar el día con calma
Después de las comidas, dedicar unos minutos a actividades relajantes (leer, escuchar música suave, abrazarse) ayuda a consolidar una experiencia positiva.
Cuando el cuerpo asocia comer con bienestar y conexión emocional, la aceptación de nuevos alimentos llega naturalmente.
Alimentar con presencia, no con prisa
Reducir la ansiedad a la hora de comer no se trata de técnicas milagrosas, sino de acompañar desde la calma, la empatía y la paciencia.
Cada niño tiene su propio ritmo, y cuando los adultos se ajustan a ese ritmo en lugar de imponer el suyo, la relación con la comida florece.
👉 En el próximo artículo, exploraremos “Cómo fomentar la autonomía alimentaria en niños con sensibilidad sensorial”, un paso esencial para fortalecer la autonomía alimentaria.
Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.
