Cómo acompañar el progreso alimentario de tu hijo sin comparaciones

Acompañar el progreso alimentario de un niño con autismo es una experiencia llena de emociones, paciencia y aprendizajes.

No se trata solo de que el niño “coma bien”, sino de construir una relación saludable y tranquila con los alimentos.

Sin embargo, muchos padres se sienten frustrados al ver los avances de otros niños y pensar que su hijo “no está al mismo nivel”.

Este artículo te ayudará a entender por qué cada proceso alimentario es único, cómo valorar los avances reales y cómo fortalecer la confianza sin caer en comparaciones que generan ansiedad.

Cada niño tiene su propio ritmo sensorial y emocional

La alimentación en niños con autismo está profundamente vinculada a su procesamiento sensorial.

Algunos niños tienen hipersensibilidad al olor, al tacto o a la temperatura de los alimentos. Otros, por el contrario, buscan estímulos más intensos.

Estas diferencias sensoriales influyen directamente en su manera de aceptar o rechazar comidas.

Por eso, comparar el ritmo de tu hijo con el de otro niño —incluso si ambos tienen diagnóstico de autismo— carece de sentido.

Cada cerebro procesa el mundo de manera distinta, y eso se refleja también en la mesa. Aceptar este principio es el primer paso para acompañar el progreso con empatía y sin juicios.

Una buena práctica es observar cómo reacciona tu hijo ante distintos estímulos: si tolera mejor los alimentos fríos que los calientes, si prefiere los sabores neutros o si necesita ver siempre el mismo plato.

Conocer estas preferencias te ayudará a planificar comidas más predecibles y a reducir las resistencias.

Observar los avances reales (aunque parezcan pequeños)

A veces, los avances no se notan porque las expectativas son demasiado altas.

Pero el progreso puede manifestarse de formas muy sutiles: mirar un alimento sin rechazo, olerlo, tocarlo o permitir que esté en el mismo plato que su comida habitual.

Cada uno de estos pasos tiene un valor enorme en el camino hacia una alimentación más variada.

Una herramienta muy útil es crear un diario o tabla de progreso alimentario.

Anota las fechas, los alimentos ofrecidos y las reacciones del niño: ¿aceptó olerlo? ¿Lo probó? ¿Lo escupió pero sin mostrar angustia?

Estos registros visuales no solo ayudan a medir avances, sino también a reforzar la paciencia y la motivación familiar.

También puedes incluir a tu hijo en este seguimiento, usando stickers o colores para marcar los días de progreso.

Convertir el registro en una actividad compartida lo motiva y lo hace sentir parte activa del proceso.

Evitar las comparaciones externas (y las internas)

En las redes sociales abundan imágenes de niños comiendo platos coloridos y saludables.

Es natural que los padres se pregunten por qué su hijo no come igual, pero esas comparaciones suelen ser engañosas.

Nadie muestra los momentos difíciles: las rabietas, los rechazos, los días de retroceso.

Evita también comparar al niño consigo mismo en sus peores momentos. Hay días buenos y días más complicados, y ambos forman parte del proceso.

Lo importante es reconocer que incluso los retrocesos son información valiosa. Tal vez el niño esté cansado, ansioso o necesite un cambio en la rutina.

Cuando dejas de comparar y comienzas a observar, aparece algo más poderoso: la comprensión. Empiezas a ver las pequeñas señales de avance que antes pasaban desapercibidas.

Crear un ambiente emocional seguro durante las comidas

El progreso alimentario no ocurre bajo presión. Los niños con autismo perciben rápidamente la tensión emocional, y si sienten que los adultos están frustrados, su ansiedad aumenta.

Por eso, la prioridad debe ser crear un entorno predecible, calmado y sin juicios.

Algunas estrategias prácticas:

  • Evitá insistir verbalmente (“solo una cucharita más”) y usá gestos o pictogramas para anticipar lo que viene.
  • Mantené rutinas estables de horario y espacio para comer.
  • Si el niño necesita pausas, permítelas sin convertirlas en castigo.
  • Usá una voz suave, un entorno visual tranquilo y elogiá el esfuerzo más que el resultado.

Cuando el niño siente que no será forzado ni comparado, su cuerpo se relaja, y el sistema nervioso se prepara mejor para recibir nuevas experiencias sensoriales.

Involucrar al niño en su propio progreso

Permitir que el niño participe en su proceso alimentario refuerza su autonomía y autoestima.

Podés ofrecerle opciones simples: elegir entre dos tipos de plato, decidir si quiere probar una comida nueva o si prefiere tocarla primero.

Estos pequeños actos de elección lo hacen sentir protagonista, no espectador.

Una técnica efectiva es el “método de participación guiada”: en lugar de imponer un alimento nuevo, invitalo a ayudarte a prepararlo.

Si el niño colabora lavando una verdura o mezclando un puré, la probabilidad de aceptación aumenta. El contacto previo reduce el nivel de alerta sensorial y crea una relación más amigable con el alimento.

Además, al involucrarlo en el proceso, el foco se desplaza del “deber comer” al “quiero participar”. Es un cambio sutil pero poderoso para reducir la resistencia.

Transformar los retrocesos en oportunidades

Los retrocesos no son fracasos; son parte natural del aprendizaje.

A veces el niño retrocede porque está atravesando un cambio emocional, una alteración en su rutina o una sobrecarga sensorial.

En lugar de ver eso como un problema, es útil preguntarse qué mensaje transmite su conducta.

Por ejemplo:

  • Si escupe un alimento que antes aceptaba, tal vez la textura cambió.
  • Si se niega a sentarse, puede estar cansado o sobreestimulado.
  • Si solo quiere un mismo alimento, quizás necesita previsibilidad.

Cada retroceso contiene una pista sobre lo que necesita para seguir avanzando. Ajustar la estrategia con calma es mucho más eficaz que insistir o castigar.

Celebrar sin comparar

Celebrar el progreso alimentario sin comparaciones es una forma de enseñar amor propio, paciencia y confianza.

Cada bocado aceptado, cada nueva textura tolerada y cada día sin estrés en la mesa son logros reales que construyen una relación más sana con la comida.

Recordá siempre: tu hijo no necesita avanzar más rápido que nadie, solo necesita sentirse seguro para avanzar a su propio ritmo.

Y si querés seguir fortaleciendo ese vínculo emocional positivo durante las comidas, te invito a leer el artículo “Cómo manejar la frustración y ansiedad durante las comidas”, donde encontrarás recursos prácticos para acompañar cada paso con empatía.

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