Acompañar a un niño con selectividad alimentaria es un viaje lleno de desafíos, aprendizajes y momentos de profundo crecimiento emocional.
Sin embargo, llega un punto en que el proceso alcanza una nueva etapa: el cierre.
No se trata de un “fin” en sentido estricto, sino de un cambio de fase, donde los avances se consolidan, los hábitos se estabilizan y las emociones encuentran un nuevo equilibrio.
Planificar y celebrar este cierre de manera consciente no solo refuerza lo aprendido, sino que ayuda al niño a sentirse orgulloso de sí mismo, fomentando su autonomía y su autoconfianza.
Entender qué significa cerrar un proceso alimentario
Cerrar un proceso no implica que el niño ya “coma de todo” ni que los desafíos desaparezcan.
Significa que la relación con la comida se ha vuelto más tranquila, que el niño muestra curiosidad, tolera nuevos alimentos y participa con mayor serenidad en las comidas familiares.
El cierre es un reconocimiento del camino recorrido, más que un punto final. Implica mirar hacia atrás y ver cuánto se avanzó, incluso en los aspectos más pequeños.
La importancia de planificar este momento
El cierre planificado tiene un valor simbólico enorme. Permite a la familia transformar un proceso lleno de esfuerzo en una experiencia positiva, que deja una huella emocional constructiva.
Planificarlo significa pensar con antelación:
- Qué logros específicos se quieren destacar.
- Cómo se puede incluir al niño en esa celebración.
- Qué mensajes emocionales se quieren transmitir.
Este tipo de ritual no solo refuerza el aprendizaje alimentario, sino también las habilidades emocionales del niño: la paciencia, la constancia, la autovaloración.
Hacer visible lo invisible: los avances que merecen celebración
En este punto, es esencial reconocer los progresos menos evidentes.
A menudo, los adultos tienden a medir el éxito por la cantidad de alimentos nuevos que el niño acepta, pero hay muchas otras señales de avance que merecen ser celebradas:
- El niño se sienta a la mesa sin ansiedad.
- Participa en la preparación de los alimentos.
- Tolera diferentes olores y texturas sin molestia.
- Se comunica mejor sobre lo que siente o necesita.
- Muestra interés por probar o al menos observar nuevos platos.
Cada uno de estos cambios es un logro sensorial y emocional que merece reconocimiento.
Involucrar al niño en la organización del cierre
El cierre debe ser un acto compartido, no una sorpresa unilateral.
Involucrar al niño en su planificación refuerza su sensación de autonomía y pertenencia.
Podés proponerle:
- Elegir el menú del día especial.
- Diseñar una tarjeta o cartel que resuma sus logros (“Aprendí a tocar nuevos alimentos”, “Ya puedo oler el puré”, etc.).
- Decorar la mesa o preparar juntos una receta que simbolice su progreso.
El objetivo no es “premiar” con comida, sino usar la comida como medio para celebrar una evolución emocional.
Crear un ambiente de reconocimiento y gratitud
Durante el cierre, las palabras y los gestos importan tanto como el evento en sí. La familia puede compartir mensajes positivos entre sí:
- “Gracias por acompañarme en este proceso.”
- “Estoy orgulloso de lo que logramos juntos.”
- “Cada día aprendimos algo nuevo.”
Este intercambio fortalece la conexión emocional entre padres e hijos, transformando el cierre en un acto de gratitud mutua y no de presión por el resultado.
Pequeños rituales simbólicos que dejan huella
El cierre puede representarse mediante gestos simples pero profundos:
- El álbum del progreso: reunir fotos, dibujos y notas de todo el proceso para mirar juntos los avances.
- El árbol de los logros: dibujar un árbol y escribir en cada hoja un paso conseguido.
- El día de los sabores nuevos: preparar una comida con los alimentos que antes eran difíciles, pero ahora se toleran mejor.
Estos rituales ayudan al niño a visualizar su recorrido, transformando los esfuerzos cotidianos en algo concreto y memorable.
La celebración como parte del aprendizaje
Celebrar no significa “terminar” con el acompañamiento, sino consolidar lo aprendido.
Cada reconocimiento genera nuevas conexiones emocionales positivas con la comida.
Los niños recuerdan las sensaciones: la sonrisa de sus padres, el ambiente tranquilo, la alegría de compartir. Esa memoria afectiva se convierte en un recurso interno para futuras etapas.
Por eso, es importante que la celebración no se enfoque solo en “comer más”, sino en disfrutar el momento, reconocer la valentía y reforzar la confianza.
Qué hacer después del cierre
Después de celebrar, es normal que sigan existiendo días buenos y otros más difíciles.
La diferencia está en la mirada: ahora la familia cuenta con herramientas, rutinas y una nueva relación con la comida.
Es recomendable seguir observando y registrando avances, aunque con menor intensidad. Mantener la comunicación abierta y la empatía como base será clave para sostener los progresos.
También se puede aprovechar este momento para plantear nuevos objetivos suaves, como cocinar juntos una vez por semana o probar un alimento de otra cultura.
El papel de los profesionales en esta etapa
El cierre del proceso puede acompañarse con la guía de los especialistas que participaron desde el inicio (nutricionista, terapeuta ocupacional, psicólogo).
Ellos pueden ayudar a identificar los avances objetivos y a proponer estrategias para mantener la estabilidad a largo plazo.
Además, una reunión final con el equipo puede reforzar la autoestima del niño, al mostrarle que su esfuerzo fue reconocido por todos los adultos implicados.
Un cierre que se transforma en punto de partida
Celebrar no es despedirse, es reconocer una transformación. Este cierre simbólico marca el paso de la dificultad al crecimiento, de la frustración a la confianza.
La alimentación deja de ser un territorio de lucha y se convierte en una oportunidad diaria para conectar, disfrutar y agradecer.
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Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.
