Acompañar a un niño con autismo en su desarrollo alimentario y emocional es un viaje que se mide en pequeños pasos, no en grandes saltos.
Sin embargo, muchas veces la ansiedad de ver resultados puede jugar en contra.
Queremos que coma “un poquito más”, que acepte “una textura nueva”, que se siente “como los demás”. Pero cuando la presión se vuelve protagonista, el progreso se frena.
Aprender a equilibrar la paciencia con el estímulo es la clave para avanzar sin perder la conexión emocional.
Entender qué es realmente el progreso
El progreso no siempre es visible a simple vista. A veces se trata de una mirada más tranquila frente al plato, de una comida sin llantos, o de aceptar un alimento nuevo en el plato aunque no lo toque todavía.
Son microavances que, acumulados con el tiempo, transforman la experiencia.
Es importante redefinir lo que entendemos por “éxito”.
No es que tu hijo coma como los demás, sino que se sienta seguro, tranquilo y dispuesto a explorar.
La seguridad es la base del aprendizaje. Y en el caso de la selectividad alimentaria, sin seguridad emocional no hay progreso posible.
Evitar la trampa de la comparación
Uno de los mayores enemigos del progreso es la comparación.
Cada niño tiene su propio ritmo, su historia sensorial, sus miedos y sus conquistas.
Compararlo con primos, hermanos o incluso con otros niños del mismo grupo terapéutico puede generar frustración, tanto en él como en vos.
Cuando escuchás a otras madres decir “mi hijo ya come de todo” o “nosotros lo solucionamos rápido”, es natural sentir que estás atrasada.
Pero la comparación borra el contexto. Cada familia vive un proceso distinto.
Tu camino es único, y lo importante no es la velocidad, sino la constancia.
Podés recordarte:
“Mi hijo no necesita ir más rápido, necesita sentirse acompañado.”
La importancia de celebrar los pequeños logros
Los niños perciben mucho más de lo que imaginamos.
Cada gesto de aprobación, sonrisa o palabra de aliento refuerza la confianza.
Celebrar los avances, por mínimos que parezcan, ayuda a construir una relación positiva con la comida.
Podés crear un cuadro de progresos visual, con pictogramas o stickers, donde tu hijo vea de forma concreta que está avanzando.
Por ejemplo:
- Aceptó tener una verdura nueva en el plato.
- Probó una textura diferente.
- Se sentó a comer sin protestar.
Estos logros deben ser celebrados, pero sin exagerar ni presionar.
El mensaje es: “Estoy orgullosa de vos por intentarlo.”
No “¡Por fin comiste!”, porque esa frase refuerza la idea de éxito-condición.
➡️ Artículo relacionado: Pictogramas básicos para la hora de comer, una guía práctica con recursos descargables para acompañar visualmente estos progresos.
Cómo regular tu propia ansiedad
La ansiedad de los padres durante las comidas suele transmitirse, incluso sin palabras.
Si vos estás tensa, el niño lo percibe. Por eso, antes de cada comida, tomá un momento para respirar y conectar con la calma.
Un ejercicio simple:
- Inhalá profundo contando hasta 4.
- Sostené el aire 2 segundos.
- Exhalá lentamente contando hasta 6.
Hacer esto tres veces antes de sentarte a la mesa puede marcar la diferencia.
También es útil tener en mente que no todos los días serán iguales.
Habrá días de retrocesos, y eso no significa que estés fallando.
El progreso no es una línea recta: tiene curvas, pausas y repeticiones.
Aceptar esta variabilidad es parte del proceso de acompañar sin presionar.
Reforzar la autonomía del niño
Permitir que tu hijo participe en decisiones pequeñas le da sensación de control y reduce la resistencia.
Podés ofrecerle dos opciones visuales:
- “¿Querés comer con la cuchara azul o la verde?”
- “¿Probamos primero la galletita o el puré?”
Este tipo de elecciones simples transmite que su opinión importa, fortaleciendo la autoconfianza.
A medida que se siente más seguro, su disposición a explorar alimentos también crece.
Evitar la presión no significa no guiar. Significa dar espacio para que el niño participe activamente en su proceso, en lugar de ser un espectador pasivo.
Integrar los progresos en la vida cotidiana
El progreso no se mide solo en el momento de la comida, sino en cómo se traslada a la rutina.
Podés aprovechar actividades cotidianas para reforzar la curiosidad y la exposición a alimentos sin que sea un evento estresante.
Algunas ideas:
- Involucrarlo en la compra, eligiendo frutas por su color.
- Cocinar juntos, aunque solo mezcle los ingredientes o huela una especia.
- Jugar a “clasificar alimentos” por textura o temperatura.
Estas experiencias no buscan que coma, sino que construya familiaridad.
Cuando la comida deja de ser una fuente de tensión, el cuerpo y la mente se abren al aprendizaje.
Cómo usar los apoyos visuales para sostener el avance
Los apoyos visuales —pictogramas, secuencias o calendarios de comidas— ayudan a anticipar y reducir la ansiedad.
Mostrarle a tu hijo con imágenes lo que va a pasar le da estructura y seguridad.
Por ejemplo, una secuencia simple:
- Lavar las manos
- Sentarse a la mesa
- Oler el alimento nuevo
- Comer el alimento conocido
Cuando el niño ve este orden todos los días, el momento de comer deja de ser impredecible.
Estos apoyos también pueden incluir imágenes de sus logros: “hoy probé una nueva fruta”, “me quedé tranquilo en la mesa”.
Evitar reforzar el miedo o la culpa
A veces, sin darnos cuenta, los adultos reforzamos la idea de que “comer diferente está mal”.
Frases como “tenés que portarte bien” o “si no comés, no hay postre” convierten la comida en un campo de batalla.
La presión, incluso disfrazada de juego, genera miedo.
La meta no es que el niño obedezca, sino que construya confianza con los alimentos.
Cambiar el enfoque de obligación a exploración cambia todo.
Podés decir:
“Vamos a descubrir cómo se siente este sabor.”
“Podemos probar juntos, si querés.”
El mensaje debe ser siempre: “Confío en vos.”
Esa seguridad emocional es la base del progreso real.
Cuidar tu energía emocional como madre
Acompañar sin presionar también implica cuidar de vos misma.
El cansancio emocional puede hacer que pierdas la paciencia o que sientas que nada avanza.
Buscá espacios donde recargar energía: un rato para vos, un café con una amiga que te entienda o simplemente un paseo sin culpa.
Recordá que no podés dar calma si estás vacía.
Tu bienestar es parte esencial del progreso de tu hijo.
Si necesitás apoyo, no dudes en buscar orientación profesional. Los terapeutas ocupacionales y psicólogos especializados en autismo pueden ofrecerte estrategias adaptadas a tu realidad familiar.
Construir una relación positiva con el proceso
El progreso no es solo del niño: también es tuyo.
Cada vez que elegís acompañar desde la empatía y no desde la presión, estás creciendo junto a él.
El cambio más profundo no está en el plato, sino en la forma en que ambos se relacionan con la comida.
➡️ También te puede interesar: Estrategias efectivas para la selectividad alimentaria en el autismo, donde explicamos paso a paso cómo acompañar sin forzar.
Acompañar sin presionar no significa no hacer nada: significa estar presente, constante y confiada.
El progreso sucede, aunque no siempre se note día a día.
Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.
