Comer no siempre es un momento placentero para todos los niños.
Para muchos niños con autismo, el simple hecho de sentarse a la mesa puede ser una experiencia abrumadora: demasiados sonidos, luces, olores o texturas al mismo tiempo.
Estas sensaciones pueden generar rechazo, ansiedad o conductas de evitación durante las comidas.
Por eso, adaptar el entorno y las rutinas de la hora de comer no solo favorece una mejor alimentación, sino también una experiencia más tranquila y predecible.
Reducir la sobrecarga sensorial no significa eliminar todos los estímulos, sino encontrar el equilibrio adecuado para que el niño pueda sentirse seguro y cómodo.
Este artículo te acompañará paso a paso con estrategias prácticas y ejemplos reales que pueden transformar la hora de comer en un espacio de conexión, sin presiones ni conflictos.
Entendiendo la sobrecarga sensorial durante las comidas
Antes de hacer cambios, es importante comprender qué es la sobrecarga sensorial. En los niños autistas, el sistema sensorial puede estar hiper o hiposensible a ciertos estímulos.
Esto significa que lo que para un adulto puede ser un detalle menor —como el sonido del cubierto al golpear el plato o el olor del puré caliente—, para el niño puede sentirse intenso, doloroso o invasivo.
Algunos signos comunes de sobrecarga sensorial durante las comidas incluyen:
- Taparse los oídos o alejarse de la mesa por ruidos.
- Rechazar alimentos por su textura o temperatura.
- Llorar, gritar o resistirse a sentarse.
- Enfadarse ante olores o luces intensas.
- Mostrar cansancio o desinterés repentino al comer.
Reconocer estos comportamientos como respuestas sensoriales, no desobediencia, es el primer paso para adaptar el entorno con empatía y comprensión.
Crear un ambiente tranquilo y predecible
El entorno físico influye directamente en la manera en que el niño percibe la experiencia de comer.
Un ambiente calmado ayuda a disminuir la carga sensorial y favorece la disposición a probar alimentos nuevos.
Algunas recomendaciones prácticas:
- Reducir el ruido ambiental: apagar la televisión, evitar conversaciones cruzadas o sonidos de electrodomésticos. Una música suave de fondo puede ser una buena alternativa.
- Regular la iluminación: las luces intensas o parpadeantes pueden resultar molestas. Opta por una luz cálida y estable.
- Minimizar los olores fuertes: ventilar la cocina antes de comer o servir los platos menos aromáticos primero.
- Limitar los estímulos visuales: usar manteles y vajilla en tonos neutros puede ayudar al niño a concentrarse en la comida.
Cada niño tiene su propio umbral sensorial. La clave está en observar qué factores lo alteran más y reducirlos progresivamente, siempre buscando un entorno seguro, simple y constante.
Ajustar los utensilios y la presentación de los alimentos
La experiencia sensorial no termina en el ambiente; los utensilios y la forma en que se presentan los alimentos también pueden marcar la diferencia.
Algunos niños prefieren cubiertos de silicona o con mangos gruesos, otros se sienten más cómodos comiendo con las manos.
No hay una única forma correcta: lo importante es permitir que el niño explore y encuentre lo que mejor se adapta a él.
Sugerencias útiles:
- Ofrecer platos con compartimentos para evitar que los alimentos se mezclen.
- Usar tazas con asas antideslizantes.
- Evitar texturas que el niño haya mostrado rechazo (por ejemplo, purés grumosos o alimentos muy crocantes).
- Permitirle participar en la elección de su plato o cubiertos: esa autonomía reduce la resistencia.
Cuando se le da al niño cierto control sensorial y visual, su cerebro percibe la experiencia como más predecible y segura, disminuyendo la ansiedad asociada.
Incorporar pausas y señales de regulación
No todos los niños pueden permanecer sentados el mismo tiempo ni mantener la atención sin pausa.
Algunos necesitan levantarse, balancearse o tocar objetos para autorregular su sistema sensorial. Permitir estos pequeños descansos puede ser muy beneficioso.
Estrategias sencillas:
- Introducir pausas breves durante la comida.
- Tener un objeto sensorial (una pelota antiestrés, un tejido suave) disponible para momentos de tensión.
- Utilizar pictogramas o señales visuales que indiquen cuándo es hora de comer, de descansar o de terminar.
Estas herramientas ofrecen estructura y previsibilidad, reduciendo el estrés y facilitando la comunicación sin necesidad de palabras.
Anticipar los cambios y mantener la rutina
La rutina es uno de los pilares para reducir la sobrecarga sensorial. Los niños autistas suelen sentirse más seguros cuando saben qué esperar, especialmente en momentos de transición como la hora de comer.
Consejos para mantener una rutina predecible:
- Comer siempre en el mismo lugar y, si es posible, a la misma hora.
- Usar un calendario visual que indique el orden de las comidas.
- Avisar con antelación cuando habrá un cambio (nuevo alimento, invitado o lugar diferente).
- Celebrar cuando el niño logra adaptarse a una pequeña variación.
Estas estrategias fomentan la confianza, que es la base de cualquier avance en la alimentación.
Fomentar una actitud de calma y aceptación familiar
La actitud de los adultos tiene un impacto directo en la respuesta del niño. Si el adulto se muestra tenso, apurado o frustrado, el niño lo percibe y se siente inseguro.
Por eso, la calma del entorno debe venir acompañada de una actitud emocional tranquila y empática.
Algunas claves importantes:
- Evitar insistir o comparar (“tu hermano ya terminó su plato”).
- Validar las emociones del niño (“sé que este olor te molesta, probemos más tarde”).
- Celebrar pequeños avances sin exagerar (“hoy lograste oler la sopa, ¡qué bien!”).
- Recordar que cada niño tiene su propio ritmo, y lo importante es que asocie la comida con bienestar, no con lucha.
Cuando la familia logra transformar la hora de comer en un momento de conexión, se reducen las tensiones y la alimentación mejora de manera natural.
Transformar la experiencia paso a paso
Reducir la sobrecarga sensorial no ocurre de un día para otro. Requiere observación, constancia y ajustes continuos.
Pero cada pequeño cambio —como bajar el volumen del ambiente o elegir un plato más agradable al tacto— puede marcar una gran diferencia en cómo el niño vive la hora de comer.
La clave está en avanzar con paciencia, celebrar cada logro y recordar que el bienestar emocional y sensorial es la base de una alimentación positiva.
Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.
