Acompañar el proceso alimentario de un niño con selectividad alimentaria o autismo requiere una enorme dosis de paciencia.
Hay días en los que los progresos parecen invisibles, y otros en los que un pequeño logro se siente como una victoria inmensa.
Sin embargo, mantener la motivación cuando los avances son lentos o casi imperceptibles puede ser uno de los mayores desafíos para las familias.
Aprender a valorar cada paso, incluso los más pequeños, es la clave para sostener la energía emocional que este camino exige.
El valor real de los avances pequeños
En el desarrollo alimentario infantil, especialmente en niños con hipersensibilidad sensorial, los progresos nunca son lineales.
Un niño que un día acepta o toca un nuevo alimento, puede rechazarlo al siguiente. Pero eso no significa retroceso, sino parte del proceso de adaptación.
Cada avance pequeño —oler una comida nueva, tolerar que esté en su plato, probar una mínima porción— es un indicador de crecimiento.
Cuando los adultos logran reconocer y celebrar esas micro-victorias, transmiten al niño una sensación de seguridad y confianza, que a la larga tiene más valor que cualquier comida completa aceptada a la fuerza.
Un cambio sostenido en la relación con la comida se construye con paciencia, no con urgencia.
Ajustar las expectativas y redefinir el éxito
El concepto de “éxito” en la alimentación infantil debe ajustarse a la realidad y necesidades de cada niño.
Comparar el progreso de tu hijo con el de otros puede generar frustración.
Lo importante no es la cantidad de alimentos que prueba, sino la relación emocional que construye con la comida.
Un progreso significativo puede ser tan simple como:
- Sentarse en la mesa durante más tiempo.
- Tocar un alimento que antes rechazaba.
- Mirar la comida sin taparse la cara.
Estos pequeños gestos, invisibles para muchos, son los cimientos de un cambio duradero.
A medida que el niño se siente más seguro, los avances más “visibles” —como masticar o tragar nuevos alimentos— ocurren de forma natural.
Cómo registrar el progreso para visualizarlo
Una de las estrategias más efectivas para mantener la motivación es llevar un registro visual del progreso.
Puede ser una tabla con pegatinas, un cuaderno de avances o una pizarra en la cocina. Cada vez que el niño logra una pequeña meta (por mínima que parezca), se coloca una marca o sticker.
Con el tiempo, ese registro se convierte en una evidencia concreta del esfuerzo compartido. Los días en que la frustración aparece, mirar la evolución ayuda a recordar cuánto se ha logrado.
Ejemplo práctico:
Podés crear una tabla con columnas como “probé un alimento nuevo”, “me senté tranquilo”, “participé en la preparación”, y dejar que el niño elija su sticker preferido para cada logro.
Además de motivar, esta actividad refuerza la idea de que el proceso importa tanto como el resultado.
Estrategias para no perder la calma en los días difíciles
Mantener la calma frente a los altibajos es esencial. Cuando un niño percibe ansiedad o impaciencia en el adulto, puede interpretar la comida como un momento de presión.
Algunas estrategias que ayudan a sostener el equilibrio emocional son:
- Respirar antes de insistir. Si el niño dice “no”, aceptar y cambiar de tema puede ser más eficaz que intentar convencerlo.
- Crear rutinas estables. La previsibilidad reduce la ansiedad y da sensación de control.
- Recordar los buenos momentos. Tener fotos o anécdotas de comidas positivas refuerza la sensación de logro.
También es válido tomarse pausas. Un día sin probar nada nuevo no es un fracaso, es parte del descanso emocional que toda adaptación necesita.
La importancia del refuerzo positivo
El refuerzo positivo es una herramienta poderosa para construir hábitos saludables.
Cada vez que el niño muestra curiosidad o valentía frente a un alimento, reconocé su esfuerzo con palabras sinceras:
- “Vi que oliste la manzana, eso es un gran paso.”
- “Gracias por probar un pedacito, estoy orgullosa de vos.”
Evitar frases como “ves que sí podés” o “te dije que te iba a gustar” ayuda a mantener el foco en el esfuerzo, no en la aprobación.
Cuando el niño siente que su iniciativa es valorada sin juicio, aumenta su disposición a seguir intentando.
Cómo mantener la motivación familiar
El proceso no involucra solo al niño: toda la familia necesita sostener la motivación.
Si los adultos están agotados, es difícil transmitir calma y entusiasmo. Por eso, es fundamental cuidar también la energía emocional de los cuidadores.
Algunas ideas útiles:
- Dividir las responsabilidades en torno a las comidas.
- Compartir los logros del niño con amigos o grupos de apoyo.
- Evitar conversaciones sobre “problemas” alimentarios frente al niño.
- Celebrar juntos, aunque sea con un gesto pequeño, cada paso positivo.
La motivación crece cuando hay comunidad. Saber que no estás solo en este proceso cambia la forma en que vivís cada desafío.
Transformar los pequeños avances en grandes aprendizajes
Cuando los progresos son lentos, es fácil perder la perspectiva. Pero cada pequeño paso es una oportunidad de aprendizaje: tanto para el niño como para el adulto.
Los días en que parece que “nada cambia”, en realidad se están fortaleciendo las bases de la confianza.
Acompañar el ritmo del niño con empatía, sin comparar ni forzar, transforma la alimentación en un espacio de vínculo, no de lucha.
Y cuando la relación con la comida se construye desde la calma, incluso el avance más pequeño se vuelve un gran logro compartido.
Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.
