La hora de la comida en niños con autismo puede ser un desafío. La resistencia a probar alimentos nuevos, la ansiedad frente a ciertos olores o texturas y la rutina rígida en lo que comen son situaciones comunes que generan preocupación en los padres. Sin embargo, es posible transformar esta experiencia en un camino progresivo hacia la aceptación y la apertura a nuevos alimentos.
El seguimiento diario es la herramienta más poderosa para lograrlo. Observar, anotar y acompañar los cambios, por más pequeños que sean, permite que cada paso hacia adelante sea reconocido y utilizado como base para continuar avanzando. Este artículo te ofrece una guía práctica para pasar de la resistencia a la aceptación, enfocándote en el progreso diario y sostenido.
Entender la resistencia: el primer paso
Antes de hablar de aceptación, es necesario comprender por qué aparece la resistencia. En el caso de niños con autismo, los factores pueden incluir:
- Hipersensibilidad sensorial: rechazo a ciertas texturas, olores o colores.
- Necesidad de rutina: preferencia por lo conocido y rechazo a cambios inesperados.
- Ansiedad: miedo a lo nuevo, especialmente en lo que respecta a alimentos.
- Experiencias negativas previas: haber tenido episodios de vómito o malestar con ciertos alimentos.
Comprender que la resistencia no es “capricho”, sino una respuesta legítima a estas condiciones, ayuda a los padres a enfrentarla con más paciencia y empatía.
El seguimiento como herramienta clave
El seguimiento diario no significa controlar cada bocado, sino observar y registrar el proceso. Esto permite identificar patrones, reconocer logros y tomar decisiones basadas en información real. Algunas recomendaciones:
- Anotar reacciones ante nuevos alimentos.
- Registrar si el niño acepta que el alimento esté en la mesa, aunque no lo pruebe.
- Observar el estado emocional durante la comida.
- Señalar pequeñas mejoras como tolerar un olor o aceptar una textura en el plato.
Métodos prácticos para el seguimiento
Existen múltiples formas de hacer este seguimiento de manera simple:
- Diario de alimentación: escribir cada día qué alimentos se ofrecieron, cómo reaccionó el niño y si hubo algún avance.
- Registro visual: usar cuadros con íconos o pegatinas para marcar logros.
- Aplicaciones móviles: permiten llevar un historial y hasta compartirlo con terapeutas o pediatras.
- Fotos del progreso: documentar con imágenes cómo cambia la aceptación con el tiempo.
Lo importante es elegir el método que resulte más fácil y mantenerlo con constancia.
De la resistencia a la aceptación: pasos graduales
El tránsito hacia la aceptación no ocurre de un día para otro. Se construye con pasos pequeños pero firmes:
- Exposición indirecta: permitir que el alimento esté presente en la mesa, aunque no se ofrezca directamente.
- Contacto visual: motivar al niño a mirar el alimento sin presión.
- Contacto táctil: que el niño pueda tocar o jugar con el alimento.
- Exploración olfativa: acercar el alimento para que pueda olerlo.
- Prueba mínima: probar una pequeña cantidad sin obligación de tragar.
- Incorporación gradual: aumentar la frecuencia y cantidad del alimento aceptado.
Cada paso merece ser registrado y celebrado, porque todos forman parte del camino hacia la aceptación plena.
Cómo celebrar cada mejora
La aceptación se fortalece cuando los avances se asocian con experiencias positivas. Algunas formas de celebrarlos son:
- Felicitar con palabras simples y afectuosas.
- Dejar que el niño marque su progreso en el calendario visual.
- Compartir un momento de juego o actividad especial después de la comida.
- Involucrar a toda la familia en el reconocimiento del avance.
Evitar retrocesos comunes
Es normal que en este proceso aparezcan retrocesos. Un día el niño prueba algo nuevo y al siguiente lo rechaza. Para manejar estas situaciones:
- No forzar ni presionar.
- Evitar mostrar frustración o enojo.
- Continuar registrando, incluso cuando no haya avances.
- Volver un paso atrás si es necesario y reforzar la seguridad del niño.
La clave está en la paciencia: los retrocesos no significan fracaso, sino parte natural del proceso.
El rol de la constancia
La constancia es más importante que la velocidad del progreso. Un pequeño avance repetido y sostenido vale más que un gran logro aislado. Por eso, se recomienda:
- Mantener rutinas de comida predecibles.
- Repetir el ofrecimiento de alimentos de manera calmada.
- Recordar que la exposición constante aumenta la probabilidad de aceptación.
Cómo los profesionales pueden acompañar
El seguimiento diario resulta aún más valioso cuando se comparte con profesionales. Con información precisa, un nutricionista o terapeuta ocupacional puede diseñar estrategias adaptadas a la realidad del niño. Además, su apoyo da confianza a los padres para sostener el proceso sin sentirse solos.
Mirando hacia adelante
Pasar de la resistencia a la aceptación es un viaje que requiere paciencia, amor y compromiso. No se trata solo de ampliar la dieta, sino de ayudar al niño a construir una relación más tranquila y positiva con los alimentos.
Un paso más en el camino
Cada pequeño avance registrado fortalece la confianza y abre nuevas posibilidades. La resistencia no define a tu hijo: con acompañamiento y constancia, la aceptación llega.
Si querés seguir aprendiendo estrategias para apoyar a tu hijo, te invitamos a leer el artículo anterior de esta categoría: “Cómo registrar y celebrar pequeños avances en la alimentación”, donde encontrarás más ideas para reforzar la motivación en el día a día.

Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.