La hora de comer puede convertirse en un desafío cuando se trata de niños con autismo, especialmente si presentan selectividad alimentaria o dificultades para aceptar cambios. Sin embargo, más allá de los alimentos en sí, existe un factor crucial que determina la experiencia: el ambiente emocional. Comer no debería ser una fuente de tensión, sino un espacio de encuentro, calma y aprendizaje compartido.
En este artículo exploraremos estrategias concretas para ayudar a las familias a transformar las comidas en momentos tranquilos, fomentando tanto la cooperación del niño como el bienestar de toda la familia.
La importancia del ambiente emocional en la alimentación
Los niños con autismo suelen ser especialmente sensibles a los estímulos del entorno. Luces fuertes, ruidos inesperados, movimientos bruscos o un exceso de estímulos pueden generar ansiedad, y esa ansiedad se refleja directamente en la disposición a comer.
Si el ambiente se percibe como tenso, los niños tenderán a rechazar la comida o a reaccionar con conductas de evitación. En cambio, si la mesa transmite calma, seguridad y previsibilidad, es más probable que se sientan dispuestos a probar y a participar.
Estrategias para crear un clima tranquilo en la mesa
Una de las claves está en la anticipación. Los niños con autismo responden mejor cuando saben lo que va a suceder. Para ello, se pueden utilizar apoyos visuales como pictogramas, calendarios de comidas o incluso rutinas verbales que les indiquen qué esperar.
Además, es recomendable:
- Evitar la televisión o dispositivos electrónicos durante la comida.
- Bajar el volumen del ambiente (música suave puede ser una excepción positiva).
- Mantener luces cálidas y evitar cambios repentinos.
- Asegurar que el niño tenga un asiento cómodo y estable, donde pueda sentirse seguro.
Cuando estos factores están bajo control, disminuye la ansiedad y aumenta la capacidad de cooperación.
Técnicas de regulación emocional antes de comer
Muchas veces, el conflicto comienza incluso antes de sentarse a la mesa. Por eso, incluir actividades de transición puede marcar una gran diferencia.
Algunas opciones efectivas son:
- Ejercicios de respiración guiada y sencillos.
- Estiramientos suaves o movimientos de balanceo.
- Juegos tranquilos que ayuden al niño a bajar el nivel de energía.
- Canciones repetitivas que anticipen la rutina de comer.
De esta manera, el niño llega al momento de la comida con un estado emocional más equilibrado y receptivo.
El rol del adulto como modelo de calma
Los niños perciben y reflejan las emociones de los adultos. Si los padres muestran nerviosismo, prisa o frustración, el niño probablemente también lo sienta. En cambio, cuando los adultos transmiten calma y paciencia, la mesa se convierte en un lugar seguro.
Algunas recomendaciones prácticas para los adultos son:
- Evitar insistir de forma excesiva o dar órdenes continuas.
- Mantener un tono de voz suave y constante.
- Reforzar positivamente cada gesto de cooperación, incluso los más pequeños.
- Mostrar disfrute personal al comer los mismos alimentos que se ofrecen al niño.
Cómo fomentar la cooperación paso a paso
La cooperación no significa que el niño coma todo lo que se le ofrece, sino que participe activamente en la dinámica de la comida. Para estimularla, se pueden aplicar pequeñas acciones progresivas:
- Involucrarlo en la preparación. Dejar que lave una fruta, mezcle ingredientes o coloque los cubiertos.
- Ofrecer elecciones simples. “¿Querés este vaso azul o el verde?”
- Permitir tiempos de observación. El niño puede necesitar mirar el plato antes de decidir probarlo.
- Usar refuerzos positivos inmediatos. Una sonrisa, un gesto de aprobación o un elogio corto como “¡muy bien por probarlo!”.
- Respetar sus límites. Forzar a comer solo aumenta la resistencia y la ansiedad.
Juegos y dinámicas que favorecen la calma y la interacción
Transformar la comida en un espacio lúdico puede disminuir tensiones. Algunas ideas:
- Hacer pequeñas “catas” de alimentos, donde se invite al niño a oler, tocar o probar.
- Usar utensilios de colores o platos temáticos que llamen la atención.
- Inventar historias alrededor de los alimentos: “este brócoli es un árbol mágico”.
- Crear un calendario de “días especiales”, como el día del color verde o el día de la fruta favorita.
El juego convierte la mesa en un espacio menos rígido y más atractivo, lo que favorece la cooperación.
El refuerzo positivo: clave para consolidar avances
Cada pequeño paso debe ser reconocido. No se trata de recompensar solo el hecho de comer, sino también las conductas relacionadas: sentarse a la mesa, tocar un nuevo alimento, o participar en la conversación familiar.
El refuerzo puede ser verbal (“¡qué bien lo hiciste!”), físico (un abrazo, un gesto cariñoso) o simbólico (una pegatina en un calendario de logros). Lo importante es que el niño asocie el momento de la comida con experiencias gratificantes.
Evitar los errores más comunes
En la búsqueda de cooperación, es fácil caer en prácticas que terminan siendo contraproducentes. Algunos errores frecuentes son:
- Forzar a comer a toda costa.
- Usar amenazas o castigos relacionados con la comida.
- Mostrar frustración de manera evidente.
- Cambiar las reglas constantemente (falta de consistencia).
Corregir estos aspectos permite avanzar hacia un ambiente más positivo y confiable.
Mirando el proceso como un aprendizaje familiar
La calma y la cooperación en la mesa no se logran de un día para otro. Requieren constancia, paciencia y la comprensión de que cada niño avanza a su propio ritmo. No se trata solo de mejorar la alimentación del niño, sino de fortalecer la relación entre todos los miembros de la familia.
Un paso hacia adelante
Transformar la hora de comer en un momento de calma y cooperación es posible con pequeños cambios diarios. Al implementar rutinas predecibles, un ambiente relajado y estrategias de refuerzo positivo, se genera un espacio donde el niño se siente seguro y valorado.
Y si querés seguir sumando recursos prácticos para tus comidas familiares, te invito a leer nuestro próximo artículo: “Cómo registrar y celebrar pequeños avances en la alimentación”, donde veremos cómo reconocer cada progreso y mantener la motivación.

Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.