Comer no es solo una necesidad fisiológica: es también un momento emocional, social y de aprendizaje.
En el caso de los niños con selectividad alimentaria o hipersensibilidad sensorial, las comidas pueden convertirse en escenarios de tensión y frustración tanto para ellos como para sus familias.
Por eso, incorporar el elogio y la empatía en la rutina alimentaria no es un simple gesto amable, sino una herramienta poderosa para fortalecer el vínculo, reducir la ansiedad y promover avances duraderos.
Por qué el refuerzo positivo transforma la experiencia alimentaria
Cuando un niño recibe un elogio sincero por probar un alimento nuevo, por sentarse a la mesa o por tocar una textura diferente, se activa en su cerebro una respuesta de bienestar que refuerza ese comportamiento.
Es el principio básico del refuerzo positivo: asociar la acción deseada con una sensación agradable.
En cambio, cuando las comidas se llenan de presiones (“comé eso”, “si no comés, no hay postre”), el niño asocia la alimentación con conflicto o amenaza.
A largo plazo, eso puede agravar la resistencia y aumentar la ansiedad.
El elogio no debe ser exagerado ni condicionado (“qué bueno, comiste todo el plato”), sino enfocado en el proceso:
- “Te animaste a oler la sopa, ¡qué valiente!”
- “Noté que probaste una cucharita, eso fue un gran paso.”
De este modo, el niño siente que su esfuerzo es reconocido, aunque el resultado no sea perfecto.
La empatía como base del acompañamiento
Ser empático no significa permitir todo, sino entender el punto de vista del niño. La empatía se traduce en frases que comunican comprensión:
- “Sé que ese olor puede ser fuerte para vos.”
- “A veces los alimentos nuevos asustan un poco, pero estás haciendo un buen intento.”
Cuando el adulto valida las emociones del niño, le muestra que no está solo en el desafío. Este reconocimiento emocional crea seguridad, un factor esencial para que se anime a explorar nuevos alimentos.
En contextos donde la hora de comer se ha vuelto tensa, la empatía puede ser el primer paso para reconstruir la confianza.
Evitar la presión y las comparaciones
Muchos padres, en su deseo de ayudar, caen sin querer en la presión o en la comparación: “Tu hermano ya comió todo”, “Otros niños comen de todo”.
Estas frases generan el efecto contrario: el niño se siente diferente, observado o incluso avergonzado.
En cambio, es más útil mantener un tono sereno, reforzar los pequeños progresos y transmitir que cada persona tiene su propio ritmo.
El objetivo no es que el niño coma todo lo que se le ofrece, sino que viva la comida como una experiencia segura y predecible.
Cómo elogiar de manera efectiva
Un elogio efectivo tiene tres características principales:
- Es específico: en lugar de decir “¡Muy bien!”, se nombra la acción concreta: “Me gustó cómo tocaste ese alimento nuevo con los dedos.”
- Es sincero: el niño percibe fácilmente cuando un adulto exagera o finge entusiasmo. La autenticidad genera más impacto.
- Se enfoca en el proceso, no en el resultado: celebrar la curiosidad y la valentía es más constructivo que premiar el hecho de “terminar el plato”.
También es recomendable acompañar el elogio con contacto visual y una sonrisa genuina, que refuercen el mensaje emocional.
El papel de la calma y el tono emocional
El tono de voz durante la comida es un elemento clave. Un ambiente tenso o autoritario puede generar rechazo inmediato, mientras que un tono tranquilo invita a la cooperación.
Los niños con hipersensibilidad suelen percibir los cambios emocionales de los adultos con más intensidad, por lo que mantener una presencia serena es fundamental.
Cuando el adulto transmite calma, el niño siente que el entorno es seguro y predecible, lo que favorece su disposición a probar.
Actividades simples para practicar el elogio y la empatía
Existen pequeñas dinámicas que ayudan a fortalecer la conexión emocional durante las comidas:
- El juego del sabor valiente: cada miembro de la familia elige un alimento nuevo para probar, y todos se felicitan mutuamente por el intento, sin importar la cantidad.
- El frasco del progreso: cada vez que el niño hace un avance (oler, tocar, probar), se coloca una piedrita o papelito en un frasco. Al final de la semana, se observa todo lo que logró.
- La conversación de los sentidos: hablar sobre colores, olores o texturas sin juzgar el gusto permite que el niño explore de forma lúdica.
Estas actividades transforman la experiencia alimentaria en un espacio de juego, reconocimiento y descubrimiento compartido.
Integrar el elogio en la rutina familiar
Para que el elogio y la empatía funcionen, deben integrarse naturalmente en la vida cotidiana.
No se trata de aplicar una “técnica” puntual, sino de adoptar una mirada constante de respeto y acompañamiento.
Incluir frases positivas durante las comidas, reconocer los avances del día o simplemente agradecer el momento juntos fortalece la conexión familiar.
Con el tiempo, el niño internaliza este tono afectuoso y lo asocia con la comida, generando una relación más saludable y menos defensiva.
Cuando el progreso parece lento
Es común que los padres sientan frustración si los avances son mínimos o si las recaídas ocurren.
En esos momentos, recordar los logros pequeños ayuda a mantener la perspectiva.
Cada paso cuenta: tolerar un olor nuevo, observar un alimento en el plato o tocar una textura diferente son indicadores reales de mejora.
El elogio constante por esos avances invisibles sostiene la motivación del niño y del adulto.
Cultivar una mirada compasiva también hacia uno mismo
La empatía no debe limitarse al niño: los padres también merecen compasión.
Acompañar una alimentación selectiva es un proceso emocionalmente demandante, y cometer errores forma parte del aprendizaje.
Reconocer las propias emociones, pedir ayuda cuando sea necesario y celebrar los logros familiares contribuye a un ambiente más amoroso.
Cuando el adulto se trata con amabilidad, transmite ese mismo modelo al niño, enseñándole que la paciencia y el cuidado son parte de crecer.
Un cambio profundo que empieza con palabras simples
Las palabras tienen poder. Un “te entiendo”, “gracias por intentarlo” o “me encanta compartir este momento con vos” pueden cambiar completamente la energía de la hora de comer.
El elogio y la empatía no solo mejoran la relación con la comida, sino que fortalecen el vínculo familiar, enseñando que el amor se comunica también en los gestos cotidianos.
🌱 Si querés seguir fortaleciendo el vínculo emocional con tu hijo a través de la comida, te invitamos a leer nuestro próximo artículo sobre cómo celebrar los logros del proceso alimentario sin presiones, disfrutando cada pequeño paso del camino.
Soy papá atípico y conozco de cerca los desafíos de la selectividad alimentaria en el autismo. En mi camino aprendí a transformar las comidas en momentos más livianos y positivos, sin presiones ni peleas innecesarias. En PuenteClaro comparto estrategias prácticas, recursos visuales y experiencias reales para acompañar a otras familias que buscan ampliar el repertorio alimentario de sus hijos, celebrando cada pequeño logro en el proceso.
